Hay actores consagrados que se ufanan de su trayectoria. Hombres y mujeres que forman parte del acervo cultural argentino a los que el prestigio o la popularidad los fueron alejando de la vocación que alguna vez guió sus vidas. Artistas que son más bronce que nervio. También están Jorge Marrale y Juan Leyrado, dos actores de largo camino recorrido que siguen dejándose llevar por el amor a lo que hacen, sin que por ello nieguen el saludo a quienes se acercan a pedirles fotos, ni crean estar por encima de los problemas cotidianos que afectan a cualquier argentino. Dos reconocidos actores que antes son dos tipos sencillos. Tanto que al entrar al bar de Palermo acordado para realizar la entrevista, Leyrado y Marrale se pierden entre los clientes alrededor de una mesa colectiva. “Estábamos charlando sobre la realidad que nos tocaba vivir”, saludan al cronista, antes de juntar un par de mesas vacías para realizar la entrevista con motivo del estreno de Conflictos modernos, la serie de ficción que se estrena el lunes, a las 22, por la pantalla de Canal 9.
Antes de meterse de lleno a analizar el capítulo que ellos protagonizan (titulado “Alejandra”) y que esta noche abre el ciclo producido por ON TV (ver recuadro), una serie de recuerdos de infancia y primeros tiempos laborales toma las riendas de una conversación matizada por el brillo de sus ojos y las sonrisas de sus rostros. Es que, mucho antes de saber que ambos se iban a dedicar la actuación, cuando simplemente eran Jorgito y Juancito, Marrale y Leyrado compartieron las calles de Barracas y los pasillos del mismo colegio. “¿Te acordás la sala de adelante del colegio, cuando nos aplicaban la vacuna antivariólica en la espalda, con esa aguja gigantesca? ¡Era así!”, rememora Leyrado, extendiendo sus brazos como si en realidad los pincharan con una bazooka. Los recuerdos derivan en sus primeros trabajos juntos, como actores de reparto, en la telenovela Los cien días de Ana, protagonizada por Andrea Del Boca y Silvestre. “Lo que más me acuerdo de esa novela era el Renault 4 blanco, hecho bolsa, con el agujero en el piso, que tenías vos”, le cuenta Leyrado a su compañero. “Era un agujero maravilloso. Los días de lluvia era infernal: era como tener una turbina dentro del auto”, se suma Marrale, estallando las risas cómplices de ambos.
Décadas, éxitos, fracasos y numerosos trabajos conjuntos después de aquellos jóvenes años, Leyrado y Marrale se encontraron para grabar el primer episodio de Conflictos modernos, la serie televisiva que hace foco en las acciones y reacciones de la sociedad frente a los nuevos derechos adquiridos, como el matrimonio igualitario, la identidad de género, la privacidad, el alquiler de vientre o el teletrabajo, entre otros temas. En el episodio de esta noche, los actores interpretan a una pareja de larga data, que por obra de la casualidad deberá enfrentarse a las reacciones de los hijos de Mario (Marrale), al descubrir que Alejandra (Leyrado) es, en realidad, un hombre. Una historia que pone sobre el tapete el conflicto que, aún en el siglo XXI, rodea a las relaciones entre personas del mismo sexo.
“Sigue habiendo conflictos alrededor de los derechos adquiridos. Si determinadas situaciones estuvieran transitadas y superadas, no serían conflictos modernos”, subraya Leyrado, en la entrevista con Página/12. “La historia del episodio pone en evidencia los ejercicios de mentira que aún hoy hay que realizar para poder ser lo que uno es. Los dos personajes tienen que construir una mentira porque el entorno familiar no soportaría descubrir ese ocultamiento, ese secreto, que mantuvieron durante años para preservar a los entonces chicos. El problema es que pasó el tiempo, cambió la sociedad, los chicos ahora son adultos, y sin embargo nunca blanquearon esa realidad”, analiza Marrale.
–Desde hace un tiempo, las ficciones televisivas abordan temáticas complejas, a veces acompañando y otras veces antecediendo, los nuevos derechos individuales y sociales adquiridos. Sin embargo, cuando se quieren implementar, los conflictos que surgen siguen sin resolverse. ¿El episodio hace foco en la disociación que existe entre la promulgación de las leyes y su aceptación social?
Jorge Marrale: –Las leyes no avalan la práctica ni solucionan los conflictos. No es fácil ejercer los nuevos derechos sin conflictividad.
Juan Leyrado: –Los conflictos más complejos de la vida son los culturales. Cuando se aprueban leyes como las del matrimonio igualitario o la de identidad de género, no son esas normas las que inmediatamente recomponen nuestras cabezas. Esas leyes permitirán acceder a cosas a las que antes no se podía, pero el funcionamiento mental sobre determinadas situaciones continúa igual en cada uno de nosotros. Lo que hay que modificar y empezar a trabajar es la mirada de uno mismo. Pero la mirada interna de uno mismo. Porque, públicamente, ¿quién va a negar esos nuevos derechos? Tal vez algún ortodoxo religioso. El problema es que adentro de muchos sigue la negación. Muchos están de acuerdo para afuera, pero adentro –incluso inconscientemente– todavía no hicieron el acompañamiento individual a los avances jurídicos y sociales.
–¿La tarea de la época, entonces, es ayudar culturalmente a facilitar el ejercicios de esos nuevos derechos?
J. L. : –Claro. Por eso creo que el rol formativo de la TV, en relación a los nuevos derechos individuales y sociales conquistados, es fundamental. Volverlos cotidianos, comprenderlos en su naturaleza, a través de ficciones como Conflictos..., es una función necesaria para derribar preconceptos e ideas obsoletos, anacrónicos. Hay que trabajar eso. Estos programas van a ayudar a que estas situaciones que ahora son de derecho dejen de ser un conflicto interno y social.
–Conflictos modernos utiliza la comedia como recurso para generar esa conciencia. ¿Ese también es un cambio en la manera en que la TV aborda problemáticas incómodas, en relación al género dramático que primó durante un tiempo en la pantalla chica?
J. L. : –La comedia es una llave capaz de abrir todas las puertas. En Conflictos... se crea una relación familiar, en el plano de la comedia, que permite que la problemática entre más fácilmente, porque uno se relaja y está más proclive a poner en duda su propio pensamiento. Por eso nos gustó siempre la comedia. Encarar los grandes temas cotidianos del lado del humor es maravilloso.
J. M. : –Hay temáticas que, si uno las aborda solo dramáticamente, genera un nivel de densidad que puede resultar insoportable para determinado público. En cambio, si a esas mismas temáticas, se les adosa el humor, no licua la densidad pero sí la expande, en términos dramáticos. El humor transforma el profundo y revoltoso río en uno más largo pero de menor profundidad y de aguas más llevaderas. No es que el humor clausura el drama. No. El conflicto sigue estando igual, lo que se modifica es la mirada.
J. L. : –El humor distrae el lado oscuro que todos tenemos. Cuando uno ríe, el mecanismo intelectual decrece, se deja llevar. El humor pasa más por lo corporal que por lo intelectual. Juan Verdaguer o Tato Bores eran tipos que te ayudaban a pensar sacándote una sonrisa. El humor es como el amor: primero te atrapa instintivamente y después recién lo intelectualizás.
–Siempre y cuando no banalice la problemática.
J. M. : –La penetración cultural desde el humor puede ser más fuerte que desde el drama más serio. Cuando el humor está bien dosificado, como para que la densidad del conflicto no obture el disfrute, la historia penetra con menos resistencia en los espectadores. En la presentación del programa, que es un asado familiar en el que están los hijos y sus novias, además de nuestros personajes, uno puede comprender que la particularidad del conflicto sucede en un mundo donde la problemática forma parte de la cotidianidad. Hoy se vive con mayor libertad que antes pero no por eso se deja de sufrir el ejercicio de esa libertad.
J. L. : –Lo interesante, además, es que al programa lo pasan a las 22, para que lo vea toda la familia. No lo esconden, por la temática, a las medianoche. Hay una apertura saludable.
J. M. : –Me parece que lo interesante es el vínculo amoroso que pudimos generar entre nuestros personajes. Hubo un juego actoral que derivó en la construcción de dos personajes que se aman por sobre cualquier otra cosa.
J. L. : –Nunca quise componer a una mujer. Nunca se me pasó por la cabeza. Siempre tuve en mi mente la idea de componer a un hombre que quería ser mujer, que es muy distinto a componer a una mujer. Por eso no le cambié la voz al personaje. En un momento surgió el conflicto de preguntarme, ¿pero los hijos del personaje de Marrale nunca percibieron que la pareja de su papá era un hombre? Y llegé a la conclusión de que no se daban cuenta porque lo que había era un vínculo profundo de amor.
J. M. : –La crisis familiar se desata cuando los chicos descubren el problema de la identidad, no del amor. El conflicto surge no por el cuestionamiento del amor que se dispensan uno y otro, y que a la vez ella dispensa en los hijos, sino cuando descubren que la que siempre pensaron que era una mujer tiene cuerpo de hombre. El amor no se discute.
–Ese ocultamiento sobre el sexo de la pareja, ¿tuvo que ver con el qué dirán o con las consecuencias que esa revelación podía tener en su propio vínculo?
J. L. : –Se dejaron llevar por lo que sentían, se olvidaron o prefirieron no tener inconvenientes. Cuando uno está enamorado se olvida de un montón de cosas. Se deja llevar. Y después de tanto tiempo, con una familia tan constituida, tal vez prefirieron no generar un problema.
J. M. : –En el inconsciente, tal vez, los dos se habrán dado cuenta de que abrir “la verdad” hubiese generado un conflicto, porque generacionalmente son dos hombres que tuvieron que vencer el prejuicio para poder darle rienda suelta a lo que sentían. En algún momento de sus vidas, debieron construir esa relación de amor sabiendo que alrededor estaban quienes los podían juzgar. Y los primeros en hacerlo podían ser los hijos. Las sociedades se transforman a través de los conflictos. Nadie piensa lo mismo toda su vida. Ellos son conscientes, generacionalmente, por todo lo que sufrieron, de que no iba a ser tan sencillo de comunicar “la verdad”. Aún en tiempos en los que las leyes los amparan.
–Además, por más sólido que se encuentre una relación, el rechazo de los hijos de una de las dos partes, puede ser un factor de conflicto en el vínculo amoroso.
J. M. : –El amor no conoce de leyes ni de prejuicios. El amor se estaciona donde permite que se estacione. Cuando el amor se instala, nada se puede juzgar. Uno lo ha vivido: cuando uno se enamora, rompe con un montón de cosas. El enamorado avanza frente a todo y todos. La condición de enamorado no tiene en cuenta al resto. Y el otro, también te brinda tanto amor que te da fuerzas para dejarte llevar. No hay mayor fuerza en el mundo que la del amor. El amor no es hipócrita. Simplemente es.
J. L. : –Lo único que espero es que la gente que vea el programa no piense demasiado en todos estos nuevos derechos adquiridos. Ojalá los espectadores se dejen llevar por la historia, por los personajes. Cuanta más familiaridad tengamos todos con este tipo de relaciones, el foco estará puesto en la importancia del amor y de los afectos por sobre cualquier prejuicio o concepción cultural. Ojalá el programa vaya directamente el corazón.