Observador Constante
Lejos de haberse conformado con la popularidad, buscó personajes y proyectos más complejos como en Lluvia Constante. Alguien comprometido con su trabajo, pero que eligió mantenerse alejado de los flashes y no sacrificar su perfil bajo. // TXT. Antonella Orlando / PH. Mariano Michkin
Joaquín Furriel habla de manera pausada y relajada. Se apaga el grabador y se encienden las luces para la producción fotográfica. Le pide al sonidista que suba el volumen del tema de Cuarteto de Nos que se escucha. Hace bromas con los encargados de escenografía que observan cómo posa. “Tengo una legión de admiradores gay friendly”, dice entre risas.
¿Es el mismo que en el escenario ríe, llora, grita, tensiona su cuerpo y llega a susurrar por lo bajo captando la atención? Si uno nota la diferencia, significa que el trabajo de Furriel está hecho: sumergir al espectador en un universo totalmente distinto. Esta entrevista, por el contrario, es la ventana al universo real del actor.
¿Cómo decidiste hacer teatro contemporáneo por primera vez y con una obra tan demandante a nivel actoral?
La verdad es que en los proyectos que me habían ofrecido no había mucho riesgo. Esta obra es muy narrativa, te cuenta la historia de los personajes y me sedujo la posibilidad de un trabajo íntimo. En teatro siempre participé de elencos con más de 6 actores y en salas grandes. Pero nunca había tenido la posibilidad de estar 90 minutos solo con otro actor. Además, la obra trabaja la moralidad contemporánea, un tema muy importante. Hay valores fuertes como la amistad, la familia o el trabajo, todos movidos por circunstancias de la vida. No son puros, van cambiando con los personajes. Todo esto no significa que no me replantee por qué estoy haciendo una obra con tanta demanda emocional y física.
¿Sentís más el desgaste o te fuiste acostumbrando de a poco?
Nunca te terminás de acostumbrar y es necesario para que “eso” suceda en el escenario. Creo que la manera en cómo terminás las funciones tiene más que ver con cómo está uno por fuera del trabajo. Si tuviste un día complicado, la obra te puede llevar a lugares de los cuáles después te cuesta salir. Jugás, como un alquimista, con muchas emociones y momentos. Y hay veces que tanto manoseo en ese laboratorio humano se puede poner bastante hostil.
¿Te pasó eso con esta obra?
A los 30 hice un viaje de mochilero a Nepal y a la India, en plan de curiosidad mas que con un objetivo espiritual. Y cuando volví, me dieron muchas ganas de ponerle el cuerpo a experiencias más difíciles, relacionadas más con mis limitaciones que con mis posibilidades. Y de a poco me fui metiendo en terrenos más hostiles. Los últimos 4 o 5 años hice teatro sin parar…El Reñidero, La Malasangre, El Rey Lear, La vida es sueño y ahora Lluvia Constante. Este momento de mi vida tiene que ver un poco con eso, porque elecciones así te llevan por caminos de mucha satisfacción y adrenalina, pero también de mayores inseguridades.
"Más allá de que hayan cosas que no me gustan del ambiente, estoy consciente que de outsider no tengo nada"
¿La tele no te permite esa posibilidad?
Siempre tuve una relación de cotidianeidad con el teatro. La primera obra la hice a los 13 años. . Cuando hago memoria, pienso que en ese ámbito no me desvíe para nada de lo que venía haciendo. Mientras que en la tele no me pasó eso…
¿Sentís que todas tus elecciones fueron correctas?
Hice conservatorio 5 años y me abrió mucho la cabeza. Y a los 24 años empecé a hacer tele. Ahí reconozco que fui menos exigente con mis elecciones, pero porque quise crecer como actor y acercarme a un público masivo. La tele te quita cualquier metodología de trabajo y tiene un ritmo muy demoledor. Me gusta, pero si estás muy metido, disminuye tu nivel de interrogantes sobre lo que estás haciendo y todo se torna más previsible. Es extraño, porque no tengo en claro aún lo que quiero hacer, pero los “no” te van llevando a los “si”. Y cuesta, ya no vivimos en un país donde los actores tengan muchísimo trabajo, salvo las grandes figuras. No hay compañías fijas ni un estímulo estatal. Nosotros somos privilegiados. La mayoría está en una pelea grosa constante y ahora me gustaría hacer comedia…
¿Te llegaron propuestas o tu trabajo en drama imposibilita que te vean como actor de comedia?
Si, es cierto, pareciera que me especialicé sólo en drama…
Que no está mal para nada…
(Sonríe) ¡No, para nada! Si el drama es como La vida es sueño, ¡bienvenido sea! (risas) Me fascina el teatro clásico argentino y universal y tuve la posibilidad de habitar textos que te enriquecen. Participé de un repertorio inusual para la edad que tengo. Haber trabajado con Calixto Bieito (Director de La vida es sueño) fue redoblar la apuesta. El monólogo de “…Los sueños, sueños son” fue algo realmente histórico para mí. Estar solo frente a mil personas. Aunque me gustaría hacer comedia, creo que vivimos en una época donde están sobrevaluados la risa y el humor. Para mí no hay nada más entretenido que un drama bien escrito y direccionado.
¿Qué expectativas tenías de trabajar con Rodrigo de la Serna? Se encontraron dos personas que no se habían cruzado…
Para brindarme, necesito respetar a mi compañero, admirarlo y saber que es una persona que trabaja como yo. Y Rodrigo es un actor de mi generación que respeto y admiro. Sabía lo diferente que somos: no iba a existir eso que va en detrimento de la obra, que es la competitividad. Durante los ensayos fuimos conociéndonos y creo que, muy por debajo y sin plantearlo explícitamente, fuimos construyendo una relación por fuera de lo profesional. Hoy, a veces nos vamos a cenar, a charlar. Nos complementamos; lo veo y me doy cuenta de cómo está. A él le pasa lo mismo. Nos tenemos calados. Fue un gran encuentro, estoy muy feliz. Esto en otra época era algo muy común. Hoy los actores están muy separados…
“Creo que la manera en cómo terminás las funciones tiene más que ver con cómo está uno por fuera del trabajo. (…) Jugás, como un alquimista, con muchas emociones y momentos.”
¿Por lo que estábamos hablando antes; la dificultad de conseguir trabajo?
Tiene que ver con los tiempos que estamos viviendo. Esto habla del mercado y del autismo. Lo que está por fuera, el teatro off e independiente, son compañías. Ahí lo grupal está por encima del ego. Lo que añoro de cuando tenía 20 años es eso. Sigo esperando reencontrarme con amigos para hacer algo juntos. Creo que a pesar de estar dentro del circuito comercial, el espíritu de esta obra no tuvo que ver con el éxito. Es una tragedia contemporánea. Esto es para dos actores que quieren ensuciarse. Con Rodrigo jamás pensamos: “Bueno, hoy la hacemos más rápido porque estamos cansados.” Somos exigentes y queremos estar a la altura. Pero hemos encontrado un punto saludable…
¿Cuál es el punto saludable?
Antes y después de la función charlamos acerca de cómo estamos y vemos qué nos pasó con las escenas.
Esas charlas con Rodrigo, ¿las plantearon desde un primer momento o se dieron espontáneamente?
Cuando dos personas de antemano dicen “Tenemos que hacer un programa o una obra juntas”…es artificial. Me parece que lo personal entra en un terreno de frivolidad, algo que comúnmente ocurre. El “Ay, te quiero mucho…salgamos”. Hay un manoseo de algo que no me copa. A mí lo que me une con el otro es el trabajo. No me interesa compartir mi vida en la previa de un proyecto. Con Rodrigo antes de los ensayos tuvimos una sola charla telefónica. Claro que ahora pasa a un terreno personal, pero el primer paso es el trabajo. Me secedió que con gente que tenía cero expectativa, termino teniendo una muy buena relación. Y en el teatro es muy importante estar bien con el otro.
¿Y si alguien se llega a cortar solo?
Tampoco está mal, pero creo que está relacionado con el ego. A mí me da placer transmitir lo que pasa con el personaje y ya…no me vuelve loco otra cosa. Si se logra un momento de conexión, es lo mejor. Lo que está bueno de mi personaje, Rodo, es que nunca había interpretado a alguien que tuviera tanto relato interno y estuviera en un plano de intimidad con el espectador. Le va contando secretos de a poco. Ya estamos tan influenciados por lo audiovisual, que pensamos que el teatro no puede producir emociones. Y los momentos de austeridad donde no hay luz, ni sonido, me gustan mucho. No me gusta sobrecargar al espectador con mis percepciones. Hay actores que dan mucha información y quitan la posibilidad de meterse. Están compitiendo con el texto, queriendo demostrar que son grandes actores…y eso los convierte en muy malos. Me gusta transmitir cosas hasta el punto justo donde el espectador se debe comprometer. El momento del saludo y del aplauso, lo disfruto, pero al mismo tiempo pienso que el mejor y más intenso aplauso es el silencio y la atención del público. Si tengo eso ya puedo terminar la obra e irme a mi casa.
“Cuando dos personas de antemano dicen “Tenemos que hacer un programa o una obra juntos”…es artificial. Me parece que lo personal entra en un terreno de frivolidad, algo que comúnmente ocurre.”
Sos de perfil muy bajo, ¿cómo fuiste lidiando con los medios?
Uno va construyendo en función de lo que le va tocando: sus padres, sus vivencias, el lugar donde te criaste. Crecí en un barrio. Mi abuelo fue el primer martillero de Adrogué…me críe con los carteles con mi apellido por todos lados. Y mis papás mantuvieron el perfil bajo y fueron auténticos. Cuando hacía Soy Gitano, el primer programa popular en el cual participé, percibí que existía un interés por que hiciera un programa de ficción por fuera de mi trabajo. Intenté…hice algunas notas para revistas, para ver qué tipo de personaje me armaban, y me di cuenta que no me favorecía para lo que de verdad yo buscaba. Me gusta que me conozcan cuando vienen a verme actuar…hay algo de ese misterio que es mucho más atractivo. No me interesan los personajes sobreexpuestos. No los iría a ver ni al cine ni al teatro. ¡Veo tantos en todos lados! Las otras personalidades, aquellas que no termino de tomar en su totalidad, son las que me atraen.
Y si te hacés popular, ¿cómo se maneja la sobreexposición?
Al ser actor, eso se pone bien complejo. Me encanta ser popular y no me gusta trabajar para un sector elitista…me he corrido cuando sentí que estaba perteneciendo a un lugar. Pero mi ex mujer (Paola Krum) es una actriz conocida, tenemos una hija…y todo es una novela. Cuando una pareja tiene un hijo, los medios quieren verlo. Cuando lo pierde, quieren verlo. Cuando esa pareja se separa, también. Es una gran ficción y no tengo nada en contra de quienes juegan con eso…quise hacerlo para ver si era importante, lo intenté, pero no me sentí identificado. No hablaba por mí ni por las cosas que tenían valor. Aún así, no te voy a negar que me sorprende que tenga que estar atento para que no me saquen fotos cuando esté comiendo y ese tipo de cosas. Porque justamente, cuando vos no estás en ese juego con los medios son capaces de meterse hasta en el inodoro para sacarte una foto. Y no siento una contradicción entre mi deseo de llegar a la gente y no necesitar esos espacios. Estuve en telenovelas a la tarde y a la noche, y no habiendo hecho ninguna de esas cosas raras, que aparentemente te recomiendan hacer para mantenerte en el ojo de la gente, me pone feliz ver que aún con mis miedos e inseguridades puedo estar dentro de este mundo. Porque, más allá de que hayan cosas que no me gustan del ambiente, estoy consciente que de outsider no tengo nada.
Источник: http://www.revistawatt.com.ar//webs/nota/161