Romina Gaetani y Luciano Castro grabaron las primeras escenas de la telenovela de Pol-ka que irá el año próximo en el horario central de El Trece. En medio de una ruta, en Pilar, los protagonistas anticiparon un encuentro que promete fuego. "Clarín" cuenta toda la intimidad del rodaje.
"HEREDEROS DE UNA VENGANZA"
En la ruta del amor
Romina Gaetani y Luciano Castro Protagonistas de la próxima telenovela de El Trece, la pareja revolucionó, con las primeras grabaciones, una tranquila localidad del partido de Pilar.
Gaspar Zimerman
gzimerman@clarin.com
Quién pudiera vivir en Zelaya: árboles, caminos de tierra, cantar de pájaros, zumbido de insectos, reinado de bicicletas y ciclomotores. Paz, tranquilidad y, como para no aburrirse, de vez en cuando una noticia que altera la rutina bucólica. Esta semana, por ejemplo, vinieron los de la tele. Dos camiones de exteriores y un par de camionetas llegaron a esta localidad del partido de Pilar para grabar Herederos de una venganza, la telenovela de Pol-ka que El Trece pondrá al aire el año próximo, en el horario central.
Y ahí están todos, a un costado del camino de asfalto, esperando que se filme algo. Nadie tiene muy claro qué. Sí con quiénes: Luciano Castro y Romina Gaetani. A ellos los espera un grupito de diez, once vecinos. El más chico es Carlos Duarte, alias Charly, un nene de cinco años y armas tomar. Para matizar la guardia, le tira un piedrazo a un amigo de su prima. Pero el pibe la esquiva y el cascotazo se estrella contra uno de los autos de la comitiva porteña. "¡Pedí perdón, Charly! ", lo conmina la prima, la quinceañera Carla Bustamante, pero él sigue en lo suyo. Ahora va a hablar con el grupo de técnicos que toma sombra unos metros más allá, cruzando la ruta. Quiere trabajo como extra. Ahí vuelve: "Dicen que no porque soy muy chiquito". Para mantenerlo entretenido, Carla lo manda a que pregunte si ella sí podría trabajar. Vuelve excitadísimo: "¡Me dijeron que sí! ¡Me van a pagar tres pesos!" Carla se ilusiona y lo manda una vez más a que pida por ella. "¡Sí, dicen que sí!", chilla Charly. Ella agarra el celular: "Hola, má, Charly preguntó y parece que sí". Después nos mira y pregunta: "¿Usted no puede hacer nada? Quiero ser actriz".
Esta banquina es el caldo de cultivo de un reality show. Jonathan Marmorato, último año de la secundaria, también quiere ser actor. "Me habían dicho que estaban los de Casi ángeles, porque una vez ya vinieron a filmar el final de una temporada. Por eso vine". Un perro negro, buenazo como perro de pueblo, busca mimos entre los espectadores. Hay uno que dice llamarse Eduardo Gaetani: "Vine a saludar a mi prima". Más atrás, al lado de un par de bicis estacionadas en el suelo, Yanina Castillo está por contarnos su historia, cuando ve algo a nuestras espaldas y pierde la compostura: "¡Ahí está! ¡Me muero!".
Nos damos vuelta y vemos a Luciano Castro subido a una combi que lo lleva rumbo al lugar de grabación, unos doscientos metros más allá.
Los observadores también se mueven: cada cual agarra su bici o emprende la caminata.
Listo: hay una empleada de tránsito de la Municipalidad del Pilar en una punta de la ruta y otro en la otra punta. Piquete legal para que la grabación pueda transcurrir sin interrupciones. Las cámaras, ubicadas en la parte trasera de una camioneta, están listas. Los sonidistas, parados en las banquinas, están listos.
Acción, entonces: Luciano Castro, al volante de una 4x4 apropiadísima para los sojeros tiempos que corren, avanza por el camino. ¿Y qué ve? Una mujer espectacular que hace dedo. Esas cosas que sólo pasan en el cine, la TV y las canciones de los Decadentes. Pero ésta no es una prima lejana, sino Romina Gaetani.
El, por supuesto, para la camioneta.
Diálogo. Ella: "¿Para dónde vas?" El: "Para el pueblo". Ella: "¿Me llevás?".
El: "Subí". Fin de la escena. Herederos... ha comenzado a grabarse.
¿Qué pasó acá? Resulta que él es Antonio Puentes, un ingeniero agrónomo recién recibido que va al pueblo de Vidisterra a casarse (por eso está tan elegante, con camisa blanca y chaleco negro). Y ella es Mercedes Leiva, recién salidita de cumplir una condena de ocho años de cárcel (por eso está perfectamente depilada, con un peinado espumoso y un aspecto general despampanante), regresando a su terruño natal.
Acá, intuimos sagazmente, habrá flechazo. Por supuesto, hay que repetir la escena varias veces. Castro muestra sus dotes de conductor yendo y viniendo por la ruta, y Gaetani muestra sus piernas.
Cada tanto el tránsito se abre y pasa el colectivo 276 (Escobar-Pilar), con pasajeros que cogotean para junar a los famosos. O un muchacho a caballo. O un paisano, con boina y todo, al comando de una chata que porta una oveja negra. Se ve que estamos en el campo, nomás. Cuando por fin, después de una hora, la toma está lista, resurgen, como termitas, los cazadores de autógrafos. El baja de la camioneta y, sonriente, firma papeles, se saca fotos, estrecha manos, da besos. Ella no se mueve del asiento de acompañante: despatarrada y con los ojos cerrados.
¿Y? ¿La saludaste a tu prima? Está ahí durmiendo, no da cabida.
El supuesto Eduardo Gaetani igual se va contento: tiene atrapado a Luciano Castro en su celular. "Las estrellas están en el cielo", nos dirá el actor más tarde. "Nunca le negaría una foto ni un autógrafo a nadie, salvo que esté con mi hijo o que la situación sea una locura. Si no tengo ganas de que se me acerquen, no me expongo. También depende del modo: en general la gente es muy respetuosa. Nunca falta el desubicado, pero siempre existe el diálogo". Viene de ese curso acelerado de fama que fue Valientes, un producto al que no le tenía demasiada fe. "Sería un hipócrita si te dijera que sí. Soy el primero en reconocer que, cuando me contó la idea, le dije a Adrián Suar que era una porquería, que estaba loco. Y él me cantó, mes a mes, lo que iba a medir Valientes.
Eso sí: a los 20 días me di cuenta del producto que teníamos". ¿Y ahora? "Esto es mucho más motivador que Valientes. Tengo que relacionarme de nuevo con un elenco, un equipo de trabajo y es la primera vez que soy tan protagonista".
Otra vez te metiste en el ritmo infernal de grabaciones de una tira.
Tenés razón, soy un idiota. Es una locura, pero necesito trabajar: en este trabajo tenés que aprovechar cada oportunidad para consolidarte.
Tampoco es que estoy en un barco pesquero. Estoy trabajando. Algo tan simple como eso.